Este fin de semana he estado en Lisboa, la ciudad de la luz, la perla del Atlántico. He disfrutado de sus calles, empedradas y empinadas, no preparadas para los tacones (por eso la mayoría de las chicas no los llevan ;)). Cada vuelta a la esquina, cada rincón, cada edificio es diferente, colorido, te sorprende.
Es una ciudad ideal para los que nos gusta callejear sin un itinerario muy marcado. He de decir que llevábamos un mapa y que sí nos marcamos "unos imprescindibles" que no podíamos perdernos.
Me han encantado los tranvías, aunque no me he subido. Son ideales para no sufrir las empinadas calles de Lisboa.
Praça do Comércio
La ciudad está llena de "miradouros" que ofrecen unas magníficas vistas. Fui al Miradouro de Adamastor y, justo al lado, cené en el restaurante Nobai desde el que disfruté de unas vistas preciosas del río Tajo. También fui hasta el Miradouro de Sao Pedro de Alcantara y el de Santa Luzia.
Vistas desde Restaurante Nobai
Miradouro de Sao Pedro de Alcantara
Subimos hasta el Castelo de Sao Jorge, comimos un pastel de nata en la Confeitaria Nacional, cenamos en la Petiscaria Ideal y fuimos a bailar al Lux. Hemos seguido, casi a "rajatabla", la guía de "sitios recomendados" que nos preparó mi querida amiga Joana, "nacida y vivida en Lisboa", como dice ella.
Confeitaria Nacional
Tengo que reconocer que los portugueses disfrutan de la comida y de la experiencia junto a la comida. Los restaurantes, las terrazas, las pastelerías están en todas partes y la comida es buenísima.He comido bacalao pero me han faltado degustar muchos platos como el "caldo verde" o la "massada de peixe". El domingo hicimos el brunch en la Praça das Flores y disfrutamos de una tranquilidad y una paz increíbles. Además, de la comida, claro está. Me ha gustado Lisboa y la recomiendo para un fin de semana. Me parece un sitio tranquilo, ideal para un plan romántico.